PARADA NOSTRA
Michelle Pérez
-Cuida lo intolerable -si eso era- pensabas, luego de tanto meditar una frase que demostrara cual era la profundidad tus pensamientos. Por fin un testimonio concreto que respalda tus andadas de habladas, tus bocanadas de sabiduría; estabas en el clímax del razonamiento claro a lo que mi edad me permitía- te justificabas, y no permitirías objeción por mínima que fuera sobre tus conclusiones. Era tiempo de mover cuerpos, mover ideas, mover sistemas, todos a favor tuyo, tenia que ser así, era lo mejor para todos y para todas.
Enseguida tienes que irradiar imagen, comienzas a buscar a la victima, debes de encontrar a alguien que entienda tus conceptos, tus palabras y que no te tache de petulante. Pero como siempre te ha sucedido no te resistes y empiezas a soltar furtivamente la pulpa antropológica de tus resentimientos con la primer fémina que encuentras en la escuela; cuidando cada detalle, sabes que debes expresar un sentimiento sin sentirlo, inclusive aún sin haberlo vivido. Entrara entonces al quite la elocuencia que imaginas tener.
-¡claro!- piensas, si alguien te tiene que violar y posesionarse de tus atisbos de deidad, prefieres que sea una mujer porque usualmente son mas pacientes y menos objetivas que los hombres, analizas en la mujer recae la responsabilidad de la moral del mundo, ella trae consigo la loza de la compasión, debido a su origen pecaminoso en el edén-; por lo que prácticamente tu primer duelo de ideas ya lo tienes ganado y eso te dará confianza.
Terminas, realmente has terminado, no lo entiendes aun, estas seguro que parodiaste, impresionaste, amordazaste y controlaste a tu testigo; pero no te sientes satisfecho, tal vez sea por que no entiende la fuerte responsabilidad que le has conferido, todavía no sabe que ahora es de ella el pensamiento; sin embargo entiendes que te encuentras en una posición privilegiada, la cual si no te da felicidad si te conforta, comprendes solo entonces que no hiciste nada, que te encuentras donde empezaste; ¡claro! donde empezaste. El aliciente comienza donde termina la capacidad de tu elocuencia, se renueva, se rehace, -esa es la clave- concluyes, rehacer-renovar.
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